martes, 19 de mayo de 2009

INSTALACIONES

NATURALEZA ESCONDIDA




tauromaquia



in situ


déjà vu

déjà vu (detalle)



NATURALEZA ESCONDIDA








A MODO DE HACERME ENTENDER.

El olor a tierra removida y quieta, húmeda, vaporizada por el calor pero aún en el ambiente, fué la primera vez que reconocí el olor de la soledad, el polvo que se desliza por tu garganta en un leve cosquilleo, liquen y musgo seco en las esquinas, rincones y tejados, antigüos muros encalados, maderas colgando de techos y marcos de puertas que aún resisten al paso del tiempo y al saqueo, alguna paloma despistada que vuela asustada ante mi repentina presencia, pisadas irregulares sobre trozos de ladrillos rotos con cemento pegado, emoción y nervios de una aventura al atravesar una ventana aún semicerrada por una cadena oxidada que antes era cerrojo y ahora es un mero adorno del abandono, el candado que allí colgaba aún lo conservo entre mis cosas, un árbol que, libre, decidió ver y vivir el interior de un salón desocupado y crece levantando losetas y paredes, dueño de la sombra y el sol de una ventana, árbol donde antes habían personas, un ámbiente de romanticismo feliz donde la naturaleza se adueña de lo que fué suyo y un aire de huida humana de un pasado de gloria y trabajo.

Comenzaré ahora por un principio....recuerdos de siempre, el extraño sentimiento de poesía por lo destruido y lo antigüo, lo abandonado. Desde siempre recuerdo mi pasión por los edificios en ruinas, por los cortijos abandonados, por esa mezcla de falta de vida y vida enigmática en cosas y lugares. Hubo un tiempo que la sensación era tan mágica que de pequeño rastreaba en busca de tesoros algún pueblo abandonado (que tengo vivo en mi memoria y como dijo Cervantes: “de cuyo nombre no logro acordarme “), cerca de Casas de Haro, en La Mancha, de vacaciones de verano. Creo que tenía 11 años y por entonces me sentaba a imaginarme quién y qué vida era la que una vez habitaba esa casa ahora sola, si había niños, qué fué lo que hizo que se fueran dejando ese lugar, los imagino normalmente construyéndola.

Con los árboles también me ocurría otro tanto, también me ha invadido siempre un halo de misterio cuando los contemplaba secos y retorcidos, y mucho más cuando aquel que daba por muerto rebrotaba de nuevo despertando de su ficticio letargo. Entonces no entendía de árboles perennes, ni de hoja caduca, era pura e inocente mágia en mi mente de niño.

Reconozco que esta pasión por lo antiguo y esa especie de mezcla de misterio, emoción, pena y nostalgia que produce no es exclusivo en mí, a muchos les pasa y les encanta, pero en mi caso produjo una marca en mi apego a las cosas, un cierto “Diogenismo” leve que controlo, pero que hace que me cueste especial trabajo tirar cosas, desecharlas, siempre intento darles un nuevo uso. Muchas de ellas terminan expuestas en mis cuartillos de herramientas, algunas perdidas en una cajita que es redescubierta años mas tarde en un intento de orden y que retoman de nuevo ese aire de tesoro escondido y esa sorpresa en mí que hacen que de nuevo sean guardadas y salvadas de tirarse a la basura, afortunadamente para mí esto no ocure con “todos los objetos”.
Desde esos primeros años de mi vida, esa admiración o atracción por lo abandonado no se separó jamás de mí, incluso cuando viajaba solo (por vacaciones o por trabajo) no podía frenar el impulso cada vez que veía una casa derruída en el campo (de esas que eternamente parecen vigilar la soledad de las tierras con sus paredes semierguidas, con o sin techo y vigas podridas sin tejas) de parar y meterme en su interior, pasear por su exterior, hacerle fotos, buscar cualquier indicio o mensaje que me hablara de su vida anterior, de las personas que allí se sentaron y vivieron.
Una vez llena mi alma, que no mi curiosidad, volvía al coche y seguía ruta con mi nuevo recuerdo a cuestas.

El caso es que siempre me imagino a esas personas alegres, casi nunca en el momento de su partida sino en el momento en que construían la casa forjando posiblemente un sueño.
Digamos en definitiva que me dolió siempre ver como morían a la inutilidad esas ruínas que antes fueron resplandecientes de fuerza. Lo he dibujado miles de veces, los he pintado, fotografiado, memorizado, creo que en un intento de darles una vida más allá de sus ruinas.
Por otro lado, por otro tiempo, en otro lugar, concretamente en mi alma, fuera y paralela a esta idea que he expuesto y que siempre estuvo en mí, resulta que mi vida siempre ha sido una lucha constante contra la soledad no deseada, no ya la soledad con las personas, que en ese aspecto nunca he estado solo, todo lo contrario, sino con la soledad del interior. He escrito muchísimo sobre ello y cuando repaso mis textos me doy cuenta que en verdad ha estado mucho más presente de lo que hubiera querido, o quizás esta soledad ayudara, al fin y al cabo, a la cuestión detonante de mi inquietud artística y mi deseo irrefrenable de contar cosas, no lo sé...en fin, todo esto viene a que hubo uno de esos momentos donde la soledad de alma y la soledad física (con el corazón roto por una mujer) instintivamente se mezcló, en una tarde donde impartía clases de píntura, repasaba lleno de dolor el boceto de un caballo que preparaba para un cuadro, cuando en la invasión de la mente por estas soledades dibujé sin querer, casi por accidente, unas maderas rotas que iban cubriendo en forma de coraza la anatomía del animal, lo llené entero de maderas, realmente cuando terminé el dibujo algo cambió en mí, necesité tiempo para darme cuenta que esa coraza era mi propia coraza frente a mis heridas. Comenzó todo un lenguaje frente a mí que era totalmente extrapolable a todas las personas de los ámbitos sociales, políticos, sentimentales y humanos que me rodeaban y me rodean. Era la coraza del alma, alma representada por una libélula fuerte y frágil a la vez.

Esa madera era la respuesta, podrida, restaurada, nueva, quemada, unida, cosida, golpeada, tallada, llena de color o apagada, encontré una manera de poder susurrar y gritar.

Vivimos ahora un momento de crisis mundial, el obrero es prácticamente machacado por los bancos, el paro es cada vez mayor y desesperante. En el arte la crisis salpica de manera identica, ya que todo artísta que no sostenga un alto nivel de reconocimiento, y por tanto no optando a un alto nivel de compradores, se encuentra totalmente amenazado como el resto de la población de clase media-baja o media-alta, que son realmente los que están sufriendo este caos, frenando su desarrollo a manos de las necesidades económicas.

Hay una necesidad de normalidad, se desechan ya los sueños de grandeza fácil y rápida que la población vivió por un tiempo y se conforma con la normalidad y la estabilidad, y todo esto requiere de esa coraza, una vuelta al inicio sin desechar lo aprendido y sin caer en la mediocridad, una vuelta a la normalidad. Reina el desconcierto, un miedo bajo cuerda que hace flaco favor a la economía del arte que no al arte en sí, está demostrado que en estas épocas el lenguaje artístico termina enriquecido y fortalecido, por este lado parece incluso positivo.
Esta intención de recuperación, de vuelta a lo normal sin dejar la lucha y la búsqueda, esa sensación de tranquilidad añorada (dentro del ritmo de cada cual) me hace utilizar la madera cálida como material para crear esta coraza, símbolo de fuerza, pero no una madera cualquiera, busco esa calidez del material a usar junto con su condición de último eslabón de una cadena, la madera que utilizo es madera totalmente desechada y abandonada, que no tiene otro valor que el de ser quemada o hecha virutas.

Con las instalaciones naturales intento darle a la madera desauciada y pura, sin tratar, una regresión física y a la vez moral y espiritual a sus orígenes.

Un día camino de casa llegó a mis manos un cajón hecho de tablas de madera, había sido usado para cargar quesos y ahora no tenía mas destino que el vertedero y el fuego, no se trata de salvar nada, uno no es un héroe por rescatar un cajón de la basura, es ridículo planteárselo siquiera, el caso es que terminó formando parte de un lugar del jardín donde la madreselva y la hiedra dominan todo frente a un banco de piedra. De esto hace ya años, mucho antes de que todo este proyecto se hiciera en mi mente, pero veo ahora en este hecho como, en cierto modo, estaba desde el principio la idea en mí, latente. El hecho es que cada vez que pasaba por ese rincón me gustaba ver cómo el cajón formaba parte de manera natural del conjunto, la madera volvía a estar en su sitio de una forma u otra, no rompía el orden visual, la armonía, no destacaba, simplemente estaba (y está, como el arte en la sociedad) recordando así que una vez perteneció a ese conjunto, en un tiempo donde la savia recorría su interior.



Ahora forma parte de nuevo de ese lugar donde todo a su alrededor parece darle la bienvenida, la madreselva y la hiedra han terminado por abrazarle y la vida en forma de hormigas y caracoles se instala otra vez en él.

Este ejemplo visual y real explica en cierto modo mi intención actual de devolver a esta madera, (como símbolo de fortaleza y olvido), a su habitat, en un lenguaje artístico hacia la regresión del ser humano hacia sí, mirando hacia su interior, apostando todo por el futuro.

La alegría de la vuelta al hogar, del regreso a la normalidad y a los sueños, inventando una nueva vida de aquello que casi dejó de serlo, alejando la simple idea de un reciclaje, es algo más profundo y enriquecedor, brindándonos la posibilidad de la contemplación de nuestro camino presente, satisfacer también egoístamente mi afán desde niño de imaginar que fue antes de su derrumbe, si es que lo hubo, ver lo que es ahora e imaginar su futuro, con ritmo alegre y positivo.
La madera será simbólicamente un árbol de nuevo, construida como un árbol físico, unida, pegada, cosida, pintada, enlazada, construida, situada en su propio entorno, a la busqueda del sol, de la lluvia..

La utopía de la regeneración social, laboral y económica, el misterioso y magnifico acto de progresar y volver de vez en cuando a nuestros comienzos para recordar quienes somos, ser humanos, algo que muchos olvidan en este siglo y muchos recuerdan felizmente.

Como aprendizaje al recuerdo quedan los clavos oxidados, las astillas, la falta de hojas y de savia. Como presente queda la unión, el contexto a favor, la contemplación del visitante que no deja de ver algo unido naturalmente y sin explicación lógica a él, instalado en nuestros genes, el amor a la naturaleza y la lucha hacia el progreso del alma y de nuestros valores.

Ha sido mucho el tiempo y será mucho el proceso, la obra en constante evolución, pero el global está aquí y ya es una realidad, la coraza es manejable y puede pasar de ser una defensa a la contemplación natural y alegre en décimas de segundo, el universo emocional que me abre estas maderas rotas nunca jamás pensé que podría llegar a ser para mi tan importante en mi lenguaje plástico, pero son herramienta indispensables para mi denuncia social y humana, además es herramienta para saciar mi hambre de restructuración de lo destruido, dándole un sentido artístico apaciguador de la nostalgia que existe en lo abandonado y usado.

Lo antigüo es meditación y sabiduría, lo presente es aprendizaje y pasión, el futuro es espectación e ilusiones. Intento que estas tres etapas se unan en cada una de las piezas de mi obra en una necesaria evolución diaria y constante.

miércoles, 22 de abril de 2009

MANIFIESTO PARA ARTISTAS A FAVOR DE LA VIDA

Somos artistas y no olvidamos la libertad de la que somos dueños y a la que tenemos derecho, al igual que el resto de las personas. No olvido la individualidad de las personas y su derecho a tomar decisiones libremente - señal de un avance hacia el futuro y de un homenaje a todos los que lucharon de alguna manera porque ahora tengamos esas libertades -, pero a pesar de todo ello y desde el momento en que los artistas somos parte responsable de que estas libertades existan y perduren en el tiempo, también somos conscientes del olvido de cuestiones relacionadas con el sentimiento y el pensamiento; relacionadas con el abuso de las libertades y con el mal uso de los sentimientos. No somos para nada ( ni pretendemos serlo ) policías de la conciencia, y mucho menos sesgadores de decisiones individuales ,pero sí tenemos el deber de levantar la voz para intentar llegar a los corazones que mueven esas conciencias , y decirles que existe un sentimiento a veces olvidado, que habla de VIDA, de momentos de felicidad inesperada, cuando quizás todo decía lo contrario en la mente de la persona, en la llegada de un ser a tus brazos, del comienzo o el seguir de una familia; un abandono inexplicable, espontáneo, maravilloso; del egoísmo propio a favor de una vida, ese egoísmo que tanto invade el alma de las gentes hoy en día… olvidar ese egoísmo y mirar de frente, positivamente, a favor de la vida. Ese sentimiento que merece estar vivo en todos, algo tan natural como el acto del auxilio ; la ayuda a los demás en algún momento y que todos tenemos desde nuestro nacimiento. Todos. Todos hemos ayudado a alguien alguna vez, es algo que llevamos en nuestras conciencias y ese instinto no se pierde nunca aunque a veces duerma, así pues, ayudar a que una vida sea vida al fin es humano y natural; que esa nueva vida contemple y disfrute todo lo que el mundo ofrece, todo lo que por derecho tiene desde su concepción : derecho a disfrutar ,a sentir, a amar, a vivir. El sentimiento lo forman colores y rincones de recuerdos preciosos proyectados al futuro, de entrega, de decisiones importantes vinculadas a la vida, a la creación, a lo maravilloso del mundo a pesar de sus múltiples dificultades. Nadie dijo jamás que vivir es fácil y sencillo , pero sí es indescriptíblemente emocionante. Andar con decisión, no sin pensar, sino pensando, de forma responsable, como solo el ser humano sabe hacer con los suyos, con abnegación y cariño, educacionalmente, y no necesariamente en soledad ; defender la individualidad de cada ser en la sociedad; repasar cada instante - importante o no (todos son únicos ) - de cada ser que nos rodea… la contemplación de todo ésto nos lleva a una idea clara: una vida solo suma, nunca resta, y no es de inteligentes eliminar aquello que llega a nuestras vidas para sumar. Y si las dificultades parecen superar el alma y tambalea la decisión de poder seguir adelante a favor de la vida, no debemos tener miedo a tender las manos a la ayuda que siempre estará allí, siempre habrá alguien que nos ayude, esto es un hecho, es nuestra naturaleza. Terminaré diciendo algo que hace muchos años pensé desde mi estudio , un día en que la noticia del nacimiento del hijo de un buen amigo llenó de alegría aquella mañana:
"Una vida es el único lienzo en blanco que existe que , cuando es concebida , ya es una obra de arte. Solo falta llenarla de colores y sentimientos para hacer de ella y que ella misma sea una gran obra maestra".Manuel Luna

lunes, 20 de abril de 2009

INAUGURACIÓN EN FUNDECA (Sevilla)







gracias a Dani nuestro reportero en la inauguración